Manuel Sans, médico: “Hay vida después de morir, yo lo he visto”
Un médico comparte la experiencia que transformó su manera de entender la vida y la muerte
Manuel Sans ha dedicado su vida a la medicina. Ha estado en quirófanos, ha acompañado a pacientes en momentos críticos y ha visto la vida apagarse más de una vez. Sin embargo, hubo experiencias que marcaron un antes y un después en su forma de entender la existencia.
A lo largo de su trayectoria escuchó testimonios de personas que estuvieron al borde de la muerte y regresaron. Historias de quienes describían paisajes luminosos, encuentros con familiares fallecidos y una paz que no se explica con fármacos ni monitores. Esas vivencias no se quedaron solo en relatos ajenos. El propio Sans afirma haber presenciado señales que le confirmaron algo insólito: la conciencia no muere con el cuerpo. Lo que somos, sostiene, va más allá de lo físico y lo medible. No se trata de fe ciega, sino de experiencias que transforman la forma de mirar la vida y la muerte.
Para él, la muerte no es un final, sino una puerta. Un tránsito hacia otra dimensión de la existencia donde la conciencia permanece. Esa certeza ha cambiado también la manera en la que entiende su día a día: sin miedo, con gratitud y con más amor.
Vivir con sentido en este lado de la vida
Creer que hay vida después de la muerte cambia la manera de vivir antes de morir. Manuel Sans lo resume en una idea: la clave está en el amor. Amar sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Vivir desde el corazón, no desde el ego. El ego, dice, nos atrapa en el miedo, en la necesidad de control y en la sensación de vacío. El amor, en cambio, nos conecta con lo que realmente somos. Nos permite servir, acompañar y dar sin reservas.
Sans también reflexiona sobre las nuevas generaciones. Muchos jóvenes se sienten desorientados, atrapados en un mundo que ofrece comodidad material pero poca conexión interior. Él insiste en la importancia de la educación emocional, en aprender a escucharse y a reconocer la propia luz.
La jubilación, en su caso, no significó el fin de nada. Prefiere llamarse “senior”, alguien que aún tiene mucho por aportar. Para él, envejecer no es retirarse, sino reinventarse. Seguir compartiendo, acompañando y creando proyectos que mantengan viva la ilusión. En sus palabras, la verdadera misión de cada persona es sencilla y profunda: vivir con amor, agradecer cada día y recordar que la muerte no es el final. Porque, como asegura con convicción, hay vida después de morir. Él lo ha visto.