El presidente del Getafe Ángel Torres puede quedarse sin su busto

El presidente del Getafe Ángel Torres puede quedarse sin su busto

Una mayoría de la corporación municipal de Getafe, cansada de su comportamiento chulesco

Al igual que el Ayuntamiento de Madrid avanza, bajo la dirección ideológica de Manuela Carmena, en la tarea de suprimir referencias históricas que no considera convenientes que denominen lugares públicos de la capital, tanto calles y plazas como otras de carácter ornamental del tipo placas y monumentos, en el Ayuntamiento de Getafe se están escuchando estos días comentarios en esa dirección, aunque sólo en una situación, en un único caso que tiene dividida a la Corporación Municipal que tiene al frente a Sara Hernández, del PSOE.



La manzana de la discordia es Ángel Torres, el presidente del Getafe. En estos momentos no hay una buena relación entre el Ayuntamiento y el dirigente dueño del club, que añora los tiempos en los que, cuando era Pedro Castro quien estaba al frente, le ponían una alfombra roja en el Consistorio. Entonces había un entendimiento profundo entre dos personas que lejos del rigores académicos se hicieron en la vida a base de experiencias. Castro y Torres, en el modo anglosajón serían “self-made men”. Incluso, el político reconoció al empresario del ladrillo con un busto sobre peana en un espacio público, junto al estadio municipal Alfonso Pérez.



La historia entre ambos no terminó bien: no consiguieron hacer un nuevo estadio para el Getafe en la creencia de que el actual de 1998 no les servía, y la subvención municipal al club de tres millones de euros anuales descendió a la mitad. Si Torres comenzó su debilitamiento en la política municipal en la época de Castro, lo que vino después fue terrible para él, hasta llegar a la actualidad, donde la alcaldesa, Sara Hernández, no aguanta el habitual comportamiento chulesco de Torres en el controvertido asunto de regularizar la subvención municipal. Con ella están otros concejales (alguno del PSOE, del PP y de Ciudadanos) que conocen las prácticas negociadoras del empresario, y ninguno vería con malos ojos echar abajo el busto del presidente situado en un espacio público. Sobre todo, le acusan de soberbio.