Compañeros de San Javier explican a sus familias que Leonor es lo más parecido a una niña malcriada

Una mirada cercana a la princesa en su paso por la Escuela del Aire

Compañeros de San Javier explican a sus familias que Leonor es lo más parecido a una niña malcriada

La llegada de la princesa Leonor a la Escuela del Aire de San Javier generó una curiosidad inmediata. No todos los días se recibe a la futura reina de España en un aula militar. Al igual que en Zaragoza o Marín, sus compañeros no podían evitar mirar con atención a la joven heredera. Sin embargo, más allá del interés y la pompa institucional, la realidad que viven a diario quienes comparten con ella la formación militar es otra muy distinta.

Leonor ha sido preparada toda su vida en un entorno de privilegios. Sus compañeros destacan que se queja con facilidad, rechaza ciertas tareas y, en ocasiones, recurre a su estatus para evitar situaciones incómodas. La disciplina militar, que exige constancia, esfuerzo físico y mental, no parece ser su terreno natural. Mientras el resto se somete a entrenamientos exigentes y jornadas interminables, ella cuenta con adaptaciones especiales: su formación se ha comprimido y ajustado para que pueda completar en tres años lo que otros tardarían mucho más. Para ella, los simuladores reemplazan el riesgo real y siempre hay instructores cerca, cuidando su seguridad y evitando cualquier incidente.

Leonor

La imagen que no se ve

Los oficiales y compañeros que han compartido clase y maniobras con Leonor han sido claros con sus familiares: la princesa no es tan humilde como la prensa muestra. A ojos de quienes la ven cada día, se comporta como una niña “malcriada”: pide comodidades, exige ciertas atenciones y no siempre muestra la disposición que se esperaría de alguien que aspira a liderar las Fuerzas Armadas. Su carácter, señalan, no es tan amable como se proyecta públicamente.

A pesar de estas dificultades, Leonor sigue adelante con su formación. Sabe que cumplir con su deber es más importante que sus deseos personales, aunque confiesa su temor a volar y su preferencia por pasar los días lo más rápido posible. Los expertos insisten en que su seguridad es prioritaria y que no se espera que pilote aeronaves reales hasta estar completamente preparada.

Así, la princesa se enfrenta a un mundo distinto al de su infancia, donde la exigencia y la disciplina marcan la diferencia. Pero la realidad, según sus compañeros de San Javier, no coincide con la imagen de perfección y esfuerzo absoluto que suele transmitirse: Leonor, la futura reina, sigue siendo, en muchos aspectos, una joven acostumbrada a vivir entre algodones.