Compañeros de San Javier explican que Leonor se muere de ganas de ver a su abuelo
La joven vive días de incertidumbre mientras espera un esperado encuentro familiar
En San Javier, donde continúa con su formación, Leonor vive días marcados por la incertidumbre. Sus compañeros cuentan que la heredera siempre ha sido discreta y muy celosa de su intimidad, pero en las últimas semanas su comportamiento ha dejado entrever cierta inquietud difícil de disimular. La distancia con su familia, que en circunstancias normales ya supone un desafío emocional, se intensifica cuando el estado de salud de un ser querido está en el aire.
Quienes comparten jornadas con ella explican que la notan más seria de lo habitual, menos dispuesta a conversaciones ligeras y más centrada en pensamientos que parecen rondarle la cabeza. A veces, dicen, la ven revisar el teléfono con una mezcla de preocupación y esperanza, como si aguardara noticias que pudieran aliviarle la tensión. Aunque no mantiene una relación especialmente cercana con su abuelo, este momento delicado la ha afectado más de lo que ella misma habría imaginado. Sus compañeros comentan que vive un conflicto interno: por un lado, la distancia, impuesta por sus compromisos académicos; por otro, la necesidad casi instintiva de sentir que acompaña a su familia, aunque sea desde lejos.
Aun así, resaltan su fortaleza y madurez. Leonor intenta no descuidar sus obligaciones, demostrando una capacidad admirable para sostener el equilibrio entre sus estudios y el torbellino emocional que lleva dentro. Su entorno de confianza, sin necesidad de que ella lo diga, percibe ese peso invisible que la acompaña estos días.

Un fin de semana decisivo: el esperado almuerzo en El Pardo
Pese a la preocupación, la joven mantiene la esperanza de un respiro emocional este fin de semana. Según quienes conocen su entorno, Leonor está especialmente ilusionada ante la posibilidad de reencontrarse con su abuelo durante el almuerzo familiar previsto en El Pardo. La cita, que reunirá a varios miembros de la familia, podría convertirse en el primer encuentro entre ambos después de meses marcados por agendas complejas, viajes y silencios inevitables.
Para ella, explican sus compañeros, no se trata solo de una comida familiar. Es la oportunidad de ver con sus propios ojos cómo se encuentra Juan Carlos I y, sobre todo, de sentir la cercanía que la distancia de San Javier le niega en el día a día. Si no ocurre ninguna imprevista “espantada”, como ya ha sucedido en otras ocasiones, Leonor podrá por fin aliviar parte de su inquietud.