Jaime de Marichalar obligaba a la infanta Elena a pasar un examen antes de salir a la calle

Una historia de apariencias, disciplina y resiliencia silenciosa

Jaime de Marichalar obligaba a la infanta Elena a pasar un examen antes de salir a la calle

Durante su matrimonio con Jaime de Marichalar, la infanta Elena no tuvo la libertad que muchos imaginaban. Su vida privada, ya de por sí condicionada por su papel en la familia real, estaba aún más restringida por el férreo control de su entonces marido. Según ha contado ella misma en conversaciones privadas con amigas, Marichalar no solo decidía cómo debía vestirse, sino que también la obligaba a pasar una especie de “examen” antes de salir a la calle. No era una simple opinión o sugerencia: si el estilismo no era aprobado por él, no había salida.

Nada de zapatillas deportivas, ni siquiera en días informales. Elena debía llevar tacones, sin excepción. Y no solo eso: el conjunto completo, desde los pendientes hasta el abrigo, debía contar con el visto bueno de Marichalar. Era como si cada salida fuera un pase de modelos obligatorio para complacer a su esposo. Esta rigidez fue una constante que, poco a poco, minó su autonomía y su carácter natural, tan directo y espontáneo.

Jaime de Marichalar

Una mujer contenida tras la fachada

Quienes la conocen bien dicen que doña Elena es una persona cercana, directa, incluso temperamental. No es raro que su escolta escuche de pronto un exabrupto por algo tan trivial como cambiar el dial de la radio del coche. Pero detrás de esa energía hay años de contención. La infanta, madre trabajadora y divorciada, ha tenido que reconstruirse después de una relación asfixiante.

Durante años, Elena se vio atrapada entre su deber institucional y una vida privada limitada. A pesar de ser Borbón de sangre y carácter, su figura ha quedado relegada a un segundo plano. Pero ella sigue cumpliendo con lo que considera su deber, como el día en que entregó el Premio de Arquitectura Rafael Manzano Martos, con su bolso Chanel, su metro ochenta y su estilo clásico inconfundible.

Hoy, aunque lejos del protagonismo de otros miembros de la familia, sigue manteniendo su esencia. Y aunque su matrimonio la marcó, también la fortaleció. Porque detrás de cada protocolo y cada reverencia, está una mujer que aprendió a imponer, finalmente, su voz. Y es que, tras los tacones impuestos y los silencios forzados, la infanta Elena aprendió a caminar sola, con paso firme y a su manera.