Juan Carlos I llamaba “monillo” a Letizia, le puso profesores particulares para enseñarle modales
El emérito desvela su tensa relación con Letizia y las clases privadas que ordenó para enseñarle modales
En sus recién publicadas memorias Reconciliación, el rey emérito Juan Carlos I no esquiva los temas más delicados de su vida familiar. Entre ellos, la relación con su nuera, la reina Letizia. El monarca confiesa que “Letizia no ayudó a la cohesión de las relaciones familiares” y admite un “desacuerdo personal” con ella que, según cuenta, nunca logró resolverse.
Algunas fuentes como Vanitatis recuerdan que ya desde los primeros encuentros, el trato era frío. Juan Carlos llegó a referirse a Letizia como “monillo”, un apodo que mezclaba cierta ironía con desaprobación. No le gustaban ni su carácter independiente ni su pasado como periodista. “Temía que contara cosas de su vida privada”, reveló un amigo de la infancia del monarca, que escuchó sus quejas en más de una ocasión.
Las tensiones se hicieron visibles dentro del Palacio. Según testimonios recogidos en el libro La soledad de la reina, el entonces rey se lamentaba: “En mi familia nadie quiere a Letizia. Nos ha dividido a todos. Ha apartado incluso a Felipe de su madre. Mi casa es un desastre”. Aquellas palabras mostraban un enfado que, con los años, no hizo más que crecer.

Clases de protocolo y modales
En 2011, en plena crisis interna de la familia real, Juan Carlos tomó una decisión que sorprendió a todos. Quiso que Letizia recibiera clases particulares de protocolo y modales. No se trataba solo de aprender a comportarse en actos oficiales, sino de interiorizar las formas tradicionales de la Casa Real, algo que al monarca le preocupaba especialmente.
Los profesores fueron seleccionados personalmente por el entorno del rey. Se trataba de expertos en etiqueta, historia de la monarquía y comunicación institucional. El objetivo era pulir la imagen de la entonces princesa de Asturias, a la que muchos consideraban “demasiado moderna” para el papel que debía asumir.
Aquel intento de “formarla” no hizo más que aumentar las distancias. Letizia, que siempre ha defendido su independencia y su forma de entender la monarquía, interpretó el gesto como una falta de respeto. Desde entonces, la relación entre suegro y nuera quedó marcada por la desconfianza mutua. Hoy, mientras Juan Carlos I disfruta de su retiro en Abu Dabi y Letizia sigue construyendo su propio camino como reina, las heridas del pasado siguen sin cerrarse. Y sus memorias, lejos de apaciguar los recuerdos, han vuelto a reavivar viejos fantasmas en la familia real española.