La escolta de Leonor empieza a estar harta de que lleve una vida sentimental tan agitada

La vida de Leonor se ha convertido en un dolor de cabeza.

La escolta de Leonor empieza a estar harta de que lleve una vida sentimental tan agitada

La visibilidad de la princesa Leonor no ha dejado de crecer. Apariciones oficiales, formación militar, viajes al extranjero... Cada paso suma en la construcción de su imagen como futura reina. Pero también suma riesgos. Y eso lo sabe muy bien el equipo que vela por su seguridad, que últimamente no da abasto. Más allá de proteger su integridad física, la escolta de Leonor se ha convertido en una maquinaria silenciosa que intenta frenar lo imposible: el descontrol de su vida privada. La presión interna es máxima. Los agentes están exhaustos. No se quejan del deber. Se quejan de la carga emocional, de la falta de descanso, de la doble vida que, dicen, están obligados a cubrir.

Desde su paso por la Academia de Zaragoza, las alarmas empezaron a sonar. Pero fue durante su instrucción a bordo del Juan Sebastián Elcano cuando todo se desbordó. Madrugadas sin ubicación clara, salidas improvisadas, paseos sin autorización... Leonor se esfumaba del camarote y dejaba tras de sí un equipo descompuesto, sin margen de maniobra. Lo que debía ser una misión de protección, se convirtió en una guardia nocturna permanente.

Leonor

Leonor no se lo pone nada fácil

La situación no ha mejorado con el regreso a tierra firme. Al contrario. Su ritmo social se ha intensificado. Cada salida nocturna, cada encuentro personal, cada pequeño desliz, supone un operativo completo. Se vigilan móviles, se inspeccionan locales, se filtran accesos. Todo para evitar lo que ya ha sucedido: fotos filtradas en Brasil, paseos en Uruguay con su presunto ‘amigo especial’, miradas cómplices, noches largas. Y es que Leonor no está dispuesta a renunciar a su juventud. A pesar de los avisos, de las recomendaciones de Casa Real, de las quejas formales de sus propios escoltas, mantiene su estilo de vida. Uno que no encaja con los protocolos, pero que tampoco quiere disimular.

Dentro del equipo de seguridad hay malestar. Y no solo por la carga operativa. Lo que duele es el papel que, según ellos, se les ha asignado: más niñeras que agentes de élite. Las comparaciones con Letizia en sus años universitarios o con las escapadas de Juan Carlos I ya no se hacen en voz baja. Muchos sienten que están encubriendo una juventud que juega al filo de lo permitido.

Así pues, mientras Leonor avanza en su preparación como heredera, su entorno inmediato pide auxilio. La seguridad de una futura reina no puede sostenerse sobre agentes quemados ni sobre agendas llenas de secretos. Porque para representar la corona, hay que aprender también a vivir con la responsabilidad que eso conlleva.