Letizia, corazón de hierro, no quiere saber nada a pesar de padecer una enfermedad incurable, se muere
Una actitud que vuelve a generar tensión en la familia real y despierta todo tipo de comentarios
Letizia no olvida. Y, sobre todo, no perdona. Así lo demuestra una vez más con su frialdad hacia Irene de Grecia, la hermana de la Reina Sofía, que atraviesa una fase avanzada de Alzheimer. La consorte no ha tenido ni un solo gesto de humanidad con la tía Pecu, como la llaman en la familia. Ni una visita, ni una llamada. Nada.
El silencio de Letizia es ensordecedor. Pero no sorprende. Desde su llegada a la Casa Real, su relación con la familia Borbón ha sido un campo de batalla. Juan Carlos I y Sofía nunca aceptaron que una periodista, sin sangre azul, ocupara un sitio en la corona. Esa herida quedó abierta, y Letizia la ha llevado como un recordatorio constante.
Con el tiempo, la tensión con la Reina Sofía fue creciendo. Desaires públicos, desplantes privados y un distanciamiento que ya es imposible de disimular. Irene, aunque no tuvo un papel protagonista en esos conflictos, representa todo lo que Letizia desprecia: el círculo íntimo de Sofía. Por eso, ni su grave enfermedad ha sido suficiente para despertar compasión.

Corazón de hielo en Zarzuela
En Zarzuela se comenta en voz baja, pero todos lo saben: cuando Letizia rompe con alguien, lo hace sin vuelta atrás. Su trato hacia la tía Pecu no es un simple olvido, sino una decisión consciente. Para ella, Irene no significa nada. Y si alguna vez lo hizo, ya no queda rastro de ese vínculo.
A pesar del sufrimiento de la hermana de Sofía, que se apaga poco a poco por una enfermedad que borra memorias y rostros, Letizia no mueve un dedo. No hay empatía, ni afecto, ni diplomacia. Su postura es firme, casi cruel.
La Reina consorte ha hecho de la frialdad su escudo. Pero en este caso, su indiferencia duele incluso a quienes no están directamente involucrados. Porque hay líneas que no deberían cruzarse. Y el sufrimiento de una persona enferma debería despertar, al menos, algo de humanidad. Pero no es el caso. Letizia ha cerrado la puerta. Y, con su silencio, deja claro que su corazón no se ablanda ni ante el dolor, ni ante la muerte. Para algunos, reina. Para otros, simplemente, ya no siente.