Jorge Lorenzo lo cuenta todo, la fragilidad que todos en MotoGP intentan ocultar
El ex piloto reflexiona sobre una verdad incómoda que afecta incluso a las grandes leyendas del motociclismo.

Jorge Lorenzo ya no se sube a una moto cada fin de semana, pero su voz sigue pesando. Cinco títulos mundiales le dan autoridad para hablar con claridad de lo que muchos prefieren callar: el miedo al dolor.
En una reciente entrevista, el balear ha puesto sobre la mesa un tema incómodo. Uno que todos los pilotos comparten pero pocos admiten. Las caídas. El daño físico, el miedo a lesionarse y lo ha dicho sin rodeos: "A nadie le gusta hacerse daño… ni siquiera a Marc Márquez".
Según ha informado La Sexta, Lorenzo se refiere a la última carrera en Assen, donde Marc Márquez sufrió dos caídas. Después de eso, volvió a pista, sí, pero con más prudencia. “Porque es humano”, sentencia Lorenzo. Y ahí está la clave. Incluso los más grandes, los más valientes, también sienten, también dudan.
El ex de Honda, Yamaha y Ducati sabe bien de qué habla. Ha pasado por quirófano, ha sentido el dolor de la recuperación, la frustración de no poder pilotar. Por eso, su mensaje cala: los pilotos son valientes, pero también frágiles. Y no hay vergüenza en admitirlo.
Coraje, disciplina... y una infancia dura
Pero más allá del miedo, hay algo que define al piloto: el coraje. Lorenzo insiste en ello. “Si no, ni nos subiríamos a una moto”. Y aún así, reconoce que ha tenido muchas caídas. “Tantas... brutales”, confiesa.
Ese coraje, ese carácter de campeón, no salió de la nada. Lo forjó desde niño y en eso, su padre tuvo un papel fundamental. Aunque no siempre fácil.
“Mi padre es duro. Muy tipo sargento”, recuerda. Fue él quien le fabricó su primera moto, quien lo llevó a los circuitos, quien lo empujó desde el principio. Una relación intensa, exigente, que lo marcó para siempre. “Le debo casi todo profesionalmente”, admite Jorge. Pero también reconoce el sacrificio personal. El esfuerzo constante, el precio que se paga por llegar a la cima.
Hoy, Lorenzo no compite. Pero su voz sigue acelerando reflexiones. Habla de miedos, de heridas y de humanidad. Porque incluso los campeones, los más rápidos del mundo, también tienen momentos de fragilidad. Aunque no siempre lo digan.