Compañeros de San Javier explican que Leonor lo está pasando mal por el verdadero estado de su abuelo

La princesa atraviesa un momento difícil marcado por la distancia familiar y el silencio que rodea a su abuelo

Compañeros de San Javier explican que Leonor lo está pasando mal por el verdadero estado de su abuelo

En la Academia Militar de San Javier, donde la princesa Leonor sigue con su formación, sus compañeros han notado un cambio en ella. Está más callada, más pensativa, más distante. Aunque cumple con todas sus obligaciones con la misma disciplina de siempre, hay algo que la tiene afectada: la situación de su abuelo, el rey emérito Juan Carlos I.

Leonor siempre le ha tenido cariño y admiración. De pequeña compartió con él muchos momentos familiares y escuchó sus historias con atención. Pero desde hace tiempo, esa cercanía desapareció. No pueden verse, ni hablar, ni mantener contacto directo. La distancia se ha vuelto total y dolorosa. Las recientes memorias publicadas sobre la familia real lo confirman: abuelo y nieta no se hablan desde hace años.

Para la princesa, esta separación resulta especialmente dura. Sabe que su abuelo envejece lejos, apartado y con problemas de salud, y ella no puede hacer nada. A veces intenta disimularlo, pero la preocupación se nota en su rostro. Detrás de su disciplina militar hay una nieta que sufre en silencio.

Juan Carlos I

Un abuelo solo y una nieta que lo echa de menos

El rey Juan Carlos vive retirado, lejos de España y del núcleo familiar. Su soledad es evidente. Las memorias que han salido a la luz en los últimos meses no solo confirman esa distancia, sino que revelan un detalle que entristece: tiene prohibido acercarse a sus nietas. Ni Leonor ni Sofía mantienen contacto con él.

Para el emérito, esa ausencia es una herida abierta. Se siente apartado, sin poder ver crecer a las dos niñas que tanto quiso. Leonor, por su parte, arrastra la tristeza de no poder hablar con él, de no saber cómo está realmente. Aunque intenta mantener la serenidad, quienes la conocen perciben su preocupación.

Ambos viven el mismo vacío desde lugares distintos. Él, en soledad; ella, entre responsabilidades que la obligan a aparentar fortaleza. Pero detrás del uniforme y la distancia institucional hay una relación rota por el tiempo y las circunstancias. Leonor lo está pasando mal, y las memorias recientes solo han hecho más visible una verdad que duele: abuelo y nieta ya no se hablan.