La infanta Elena ha alertado a su hermano sobre el estado cada vez más delicado de Juan Carlos I

Un aviso familiar que pone en alerta a Zarzuela ante un momento especialmente sensible

La infanta Elena ha alertado a su hermano sobre el estado cada vez más delicado de Juan Carlos I

El rey emérito Juan Carlos I atraviesa una etapa especialmente frágil, marcada por el deterioro físico y el peso de los años. A sus 87, su cuerpo acusa décadas de intervenciones médicas, problemas articulares y un desgaste que ya no se puede disimular. La artrosis avanzada, las operaciones de cadera y rodilla y la pérdida progresiva de movilidad han reducido de forma drástica su autonomía. Su pierna izquierda apenas responde y cada desplazamiento supone un esfuerzo enorme, incluso con ayuda constante.

En este escenario, la figura de la infanta Elena ha adquirido un papel central. En los últimos años se ha convertido en el principal apoyo emocional y práctico de su padre. Es ella quien convive con él durante largas temporadas, quien observa de primera mano su evolución diaria y quien asume la responsabilidad de trasladar a la familia la realidad sin filtros. Desde que Juan Carlos fijó su residencia en Cascais, la infanta ha estado a su lado de forma casi permanente, reforzando un vínculo de lealtad absoluta.

Elena nunca ocultó su desacuerdo con el aislamiento de su padre en Abu Dabi, al que siempre consideró un destierro injusto. Llegó incluso a ofrecer su propia casa, adaptada para personas con movilidad reducida, para acogerlo. Ese gesto consolidó una relación de dependencia mutua: él confía en ella plenamente, y ella se ha convertido en su escudo frente al mundo exterior.

Juan Carlos I

Un aviso directo a Felipe VI

Con el paso de los meses, el deterioro del emérito se ha vuelto imposible de ignorar. Los médicos recomiendan el uso permanente de silla de ruedas, aunque Juan Carlos se resiste a abandonar la imagen de fortaleza que siempre quiso proyectar. Se apoya en un bastón, en su equipo de seguridad y en la asistencia constante, pero la realidad es evidente. El verano ha sido especialmente revelador: caminar se ha convertido en una tarea dolorosa y limitada.

Tras convivir con él durante las últimas semanas, la infanta Elena decidió hablar con su hermano. Felipe VI, que mantiene una relación distante pero correcta con su padre, fue informado con detalle del empeoramiento. El mensaje fue claro y directo: la salud de Juan Carlos I se encuentra en un punto crítico y la familia debe empezar a asumirlo. No se trató de una advertencia alarmista, sino de una constatación serena de lo inevitable.