Letizia pidió a su marido que, bajo ningún concepto, Juan Carlos I contara el aborto de Madrid
La reina controló cada detalle para que su pasado no amenazara la corona
Desde joven, Letizia sabía lo que quería. Su objetivo era claro: llegar a la cima. Elegir periodismo no fue casualidad; era su puerta hacia personas poderosas. Entre ellas estaba Felipe, entonces heredero, ahora rey. Su acercamiento fue lento, calculado. Para Letizia, perder esa oportunidad no era una opción.
Felipe, por su parte, buscaba estabilidad y confianza. Quería formar una familia que reforzara la corona. Letizia le confesó sus experiencias dolorosas antes de que su relación se hiciera pública. Entre ellas, dos abortos, uno en México y otro en Madrid, en la clínica Dator. La intención no era solo sincerarse, sino también proteger la imagen de ambos.
El aborto en Madrid fue especialmente delicado. Sucedió cuando los rumores sobre Letizia ya circulaban y se le vinculaba a otro hombre. Según algunos testimonios, Letizia pagó personalmente por interrumpir su embarazo. Felipe y su padre, Juan Carlos I, se encargaron de eliminar cualquier rastro documental. Para la futura reina, la prioridad era que todo desapareciera por completo. La monarquía no podía permitirse riesgos.

El precio del silencio y la formalidad de la corona
El periodista Javier Bleda describe cómo Felipe siempre ha optado por la discreción. No negó ni condenó la decisión de Letizia; incluso, aceptó casarse con ella pese a la situación. Para el monarca, preservar la estabilidad institucional era más importante que cualquier escándalo personal. Los documentos relacionados con el aborto podrían haber tenido consecuencias graves. Por eso, Letizia insistió en que se borraran por completo.
Esta historia revela el lado menos visible de la vida real. Detrás del brillo de la corona hay secretos, sacrificios y decisiones difíciles. La ambición de Letizia no solo la llevó al trono, también la obligó a gestionar situaciones que pocos conocen. El romance público, idealizado y sonriente, esconde realidades mucho más complejas.
Hoy, Felipe y Letizia siguen siendo un equipo. Su objetivo común es proteger la institución. La intimidad, sin embargo, parece haber quedado en segundo plano. La monarquía necesita apariencia y estabilidad, y a veces eso implica silencio. La historia de aquel aborto en Madrid es un ejemplo de lo que se queda fuera del ojo público: un secreto guardado con determinación y discreción.